POZA RICA, ENTRE EL POLVO DEL DESASTRE
03 de Noviembre de 2025
Gabriel García-Márquez
El río que cambió la rutina
Han pasado más de tres semanas desde que el río Cazones se desbordó y convirtió a Poza Rica en un escenario de angustia y desolación. Las lluvias torrenciales no sólo inundaron calles, viviendas y comercios, sino que dejaron una huella profunda en la vida cotidiana de sus habitantes. Hoy, cuando el agua ya se ha retirado, lo que queda es un paisaje que duele: montones de escombros, casas cubiertas de lodo seco y un polvo espeso que el viento levanta como un recordatorio constante del desastre.
Basta acercarse a la terminal de autobuses para comprender la magnitud del problema. Donde antes había una gruesa capa de lodo, ahora hay polvo que se mete en los ojos y en la garganta. La gente camina con cubrebocas, sin poder evitar toser por la picazón en la garganta, intentando protegerse de ese aire cargado de humedad y olor a lodo viejo. Las calles, aunque transitables, siguen sucias; los muros conservan manchas oscuras y la tristeza se percibe en el ambiente. Por las calles se ve gente acarreando cosas que prácticamente no les servirán para nada.
Una terminal improvisada entre el polvo y la esperanza
La terminal, una de las zonas más afectadas por la inundación, ha intentado reactivar sus operaciones de manera provisional. Se han instalado contenedores con ventanillas sobre la banqueta, adaptados para la venta de pasajes hacia los distintos destinos y para las diferentes líneas que ahí operan. Aunque el espacio es reducido y apenas hay un pequeño sitio para que los pasajeros esperen, la gente se adapta con paciencia, aguardando su turno mientras un megáfono anuncia la hora de abordar.
Es una escena que mezcla la resiliencia con la precariedad. Los trabajos preliminares avanzan muy despacio, y ojalá esta situación sirva para impulsar una verdadera remodelación de la terminal, que ya desde antes del desastre requería una intervención integral.
La respuesta institucional y el apoyo nacional
El gobierno ha mostrado preocupación y ha emprendido acciones para atender la emergencia, pero el ritmo de la limpieza ha sido lento. En parte, por la magnitud del daño; en parte, porque el proceso de reconstrucción exige coordinación, recursos y tiempo. Aun así, la ayuda no ha faltado. La solidaridad nacional se ha hecho presente, recordando que México es un país que se levanta en comunidad.
Bajo el programa “Apoyo Solidario a Veracruz”, el gobierno de la Ciudad de México envió 23 pipas de agua potable, 20 con capacidad de 10 mil litros y 3 de 20 mil, además de un contingente de más de 136 servidores públicos y 125 equipos especializados, entre ellos bombas de achique, hidroneumáticos y camiones tipo Hércules. Este despliegue permitió atender zonas críticas de Poza Rica y del vecino municipio de Álamo, donde el agua contaminada representaba un riesgo sanitario inminente.
La Conagua también se sumó a los esfuerzos, proporcionando camiones pipa para garantizar el acceso al agua limpia. Durante días, las brigadas trabajaron sin descanso, ayudando a limpiar calles, retirar lodo, desazolvar drenajes y restablecer servicios básicos. Hoy, mientras parte del equipo capitalino regresa a la Ciudad de México, Poza Rica continúa su lenta recuperación.
La fuerza ciudadana y la tarea pendiente
Pero este desastre también ha despertado una profunda corriente de solidaridad ciudadana. En distintas partes de Veracruz y del país, grupos de vecinos, asociaciones civiles y voluntarios se han organizado para enviar medicamentos, ropa y víveres a las familias afectadas. Lo que comenzó como una respuesta espontánea ante la emergencia se ha convertido en una red de apoyo constante, que demuestra que la empatía y el compromiso social pueden llegar donde las instituciones oficiales tardan. La limpieza de decenas de escuelas es urgente, pero se hace con lentitud, toda vez que los contratistas la están realizando con un compromiso a la palabra corriendo el riesgo de que no se les pague, por lo que algunos ya han desertado.
Sin embargo, lo que más duele no es sólo la destrucción material, sino la sensación de abandono que persiste entre los vecinos. Muchos sienten que la atención mediática se ha desvanecido, que las promesas de reconstrucción tardan en concretarse.
Poza Rica necesita más que asistencia técnica: necesita un plan integral que devuelva la dignidad a sus calles, reactive su economía y proteja la salud de su gente. Las imágenes del polvo suspendido sobre la ciudad son una metáfora del momento actual: el desastre se ha secado, pero sus consecuencias aún flotan en el aire.
La tragedia del río Cazones debe servir como recordatorio de que la prevención y la planeación urbana son urgentes en un país donde los desastres naturales se repiten con dolorosa frecuencia. La solidaridad de hoy es valiosa, pero la verdadera responsabilidad está en garantizar que mañana Poza Rica y tantas otras ciudades vulnerables, no vuelvan a vivir la misma historia. Sin embargo, hay que reconstruir con visión y con justicia, porque limpiar no e
    


