FALANGES: Notas para la soberanía y la independencia nacional, desde una mirada civilizatoria
27 de Septiembre de 2025
Luis Adalberto Maury Cruz
Luis Adalberto Maury Cruz
lmaury_cruz@hotmail.com
La independencia y la soberanía a menudo se asumen como un hecho; sin embargo, es más que una fecha, es un proceso permanente. Por ello, la independencia y la soberanía en México, nace en 1821, pero no termina allí.
Estas dos categorías son dos condiciones existenciales del Estado; se prolongan, se fortalecen, se debilitan o se extinguen en el transcurso del proceso histórico de cada Estado.
Estos términos remiten no a lo absoluto, refieren a la relatividad y a las circunstancias concretas, determinados tanto por el concierto nacional como por el internacional. El Estado es una realidad histórica y circunscrita a condiciones internas, regionales y globales.
El Estado Mexicano si bien es la 12 economía del globo, se encuentra inmerso e integrado a América del Norte, presentando una relación asimétrica con EEUU, está encerrado en una jaula geopolítica, que es dependencia y simultáneamente muestra un malestar psico-social-político: el victimismo cultural; este es siendo, es de orden inconsciente y nacional, es un modo de ser cultural.
Así, surge la preguntar: ¿Cómo se puede revertir este victimismo cultural? El revertir este victimismo es el preludio de una tendencia soberanista de orden psico-social-político, fuente del desarrollo económico.
Noción de independencia y soberanía
La independencia, desde la óptica estatal, es la cualidad del Estado de no ser tributario de otro. La soberanía es el ejercicio de la autoridad interna y circunscrita a su jurisdicción territorial, de tal forma que no se ejerza otro poder en ese Estado. La independencia es nominal y la soberanía es fáctica.
Estas coordenadas permiten comprender que México nació en 1821 tras los Tratados de Córdoba y el Acta de Independencia firmados entre el reino de España, con el naciente y efímero Imperio Mexicano, por parte de Juan O’Donojú primero y último jefe político del Virreinato de la Nueva España y por el padre de la patria Agustín de Iturbide, comandante del ejército trigarante.
Hidalgo, en 1810, en su llamado grito de independencia dijo: "¡Viva la religión!, ¡viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la América y muera el mal gobierno!". Los reunidos respondieron: "¡Viva la Virgen de Guadalupe y mueran los gachupines!, para el 30 de julio de 1811 Hidalgo y había sido ejecutado. Diez años después lo soñado por Morelos, Iturbide lo consigue.
La soberanía del Estado Mexicano no remite a estos documentos, ni a la Constitución, aunque los suponga, la soberanía refiere a que el gobierno ejerce su autoridad sin la injerencia de otro poder extranjero, ya sea estatal o privado. Ser soberano es no tener otro poder por encima.
Por ejemplo, el imperio español, se cercenó por las guerras napoleónicas y por las injerencias de la masonería anglosajona/estadounidense en la España Americana, fragmentándose en Estados que han sido supeditados a los intereses Washington desde sus independencias. Es decir, la soberanía de los Estados hispanos es deficitaria; aunque hoy hay una debacle de la hegemonía de la potencia del norte y una merma de su influencia en la región y en el mundo.
El mito nacional y el trauma de vencidos
El mito nacional da identidad, es un relato que navegan entre lo falso y lo verdadero, está en el orden simbólico, es una forma de proyección al futuro y de situarse en el presente de cara a la propia nación y a la comunidad internacional, es de naturaleza colectiva y transgeneracional.
El trauma de vencido, desde lo estatal, es ese mito cuando demerita la propia potencialidad, justifica la propia pérdida, se regodea en ser víctima; es victimismo cultural.
Luego, este victimismo cultural manifiesta en expresiones como: “es que nos conquistaron los españoles”, “los tlaxcaltecas fueron traidores”, “mejor nos hubieran conquistado los ingleses”, “malditos gringos nos robaron la mitad del territorio”, “Santa Anna vendió el territorio”, “el peor dictador fue Porfirio Díaz”, “el culpable de todo esto es el PRI”, “no era penal”, “hay luego, mañana vemos”, “soy pobre pero horado”, “todos son unos hijos de la chingada”, “viva México cabrones"
El mito en el Estado es fundacional, los espartanos, romanos, mexicas, castellano, nazis, estadounidense, rusos no se pueden comprender sin un mito de destino manifiesto, en este mundo sólo hay dos caminos: o se es potencia o no; ser potencia inicia allí, en la psique colectiva, en lo simbólico, que en gran medida es inconsciente, pero introyectada por las élites con la historiografía oficial y la propaganda política, aunque no es la única forma.
Algunos hechos y datos históricos
para repensarnos
México no fue, ni es México-Tenochtitlán, ni los castellanos conquistaron solos lo que fue la Nueva España, ni a la España Americana. México y América son una invención occidental y profundamente hispana, no latina. La conquista de estas tierras fue a punta de violencia y alianzas, como ocurre en todas las conquistas de la historia; son un baño de sangre, un bálsamo amor, una conjunto alianzas y traiciones.
La caída de Tenochtitlán, en 1521, se debió a las alianzas de Hernán Cortés con los pueblos y señoríos disidentes, enemigos y vasallos de mexicas, no aztecas; lo cierto es que el odio a los mexicas fue un insumo capital para su destrucción. La alianza entre Cortés y los tlaxcaltecas, fue crucial para la construcción de la América Española.
Isabel y Pedro Moctezuma fueron reconocidos como parte de la nobleza hispana, por intercesión de Cortés y esta casa nobiliaria se encuentra en España. La antropofagia institucionalizada de Mesoamérica terminó con la conquista.
La Nueva España fue parte integral del imperio español. El virreinato de que se constituyó por múltiples repúblicas de indios y de españoles, denominaciones jurídicas de la época, siendo el reino de Tlaxcala parte sustantiva del virreinato.
Los tlaxcaltecas fueron la fuerza élite, avanzada del ejército español. Pues, en América los tercios, ejército regular español y el primero de la era moderna, no tocaron estas tierras.
No se puede explicar la primera globalización mercantil, monetaria y el primer Estado global, España, ni los quinientos años de dominio occidental en el mundo sin la historia de México.
La primera gramática fue la castellana y la segunda fue la del náhuatl. La primera universidad de América fue la Real y Pontificia Universidad de México, el primer colegio de América fue el de Tlatelolco fundado por Cortés, como la primera aduana del continente, mal llamada Casa de Cortés en La Antigua, Veracruz.
El reino más rico del globo durante los siglos XVII al XVIII fue la Nueva España, a dicho del barón Alexander von Humbold, se vivia mejor en acá que en Europa. Tras la independencia del naciente Imperio Mexicano que fue imperio nominalmente, se desató una guerra intestina entre imperialistas y republicanos, después entre republicanos centralistas vs federalistas.
Esta guerra condujo a la independencia y a la unión a EEUU de Tejas, con J no con x, en 1845, después vino la intervención militar por parte de EEUU con la pérdida de los territorios del norte, que fue el 55 por ciento del territorio nacional, que conforman a los estados actuales de California, Nevada, Utah, Nuevo México, las mayores partes de Arizona, Colorado, y partes de las actuales Oklahoma, Kansas, y Wyoming, tras dos años de guerra en 1848.
Con la independencia se perdió el control marítimo mercarte entre Asia-América-Europa, pues desaparece la Nao de China, con ello fenece el corredor transcontinental que conectó Filipinas-Acapulco-Ciudad de México-Puebla-Veracruz-Sevilla; con ello los ingresos a las arcas del tesoro público de México desaparecieron, Ciudad de México dejo de ser el ombligo del mundo, cosa que fue mientras existió la Nueva España, no Tenochtitlan.
Tras la guerra de reforma, la invasión francesa el aniquilamiento del Segundo Imperio y la restauración de la república federal, en lo nominal y centralista en los hechos, acontece el mayor despojo de tierras de los otrora indios y ahora indígenas, pero sin tierras; lo que la corona española reconoció y el liberalismo mexicano despojó, mediante las leyes de reforma con Benito Juárez a la cabeza y continuado por Porfirio Díaz, dos indígenas que perpetraron este latrocinio. Maximiliano, el emperador impuesto por Francia, protegió la propiedad comunal.
A la larga este despojo será un factor, no el único, de la Revolución de 1910, que tampoco se puede explicar sin la injerencia y el finansiamiento de EEUU.
Mientras Díaz se negó, en 1909, a las demandas del presidente de EEUU William Talf, de colocar bases militares de Washington en México, a devaluar el peso y a comprar armamento norteamericano, el apóstol de la democracia recibirá junto con Francisco Villa financiamiento y armamento para derrocar a Díaz. Quien paga un movimiento armado lo manda, quien se vende no es patriota, ni demócrata.
Madero no vio el problema agrario, lo soslayó y Villa seguía un modelo de granja a la gringa. Será Zapata con su revolución del sur y su propuesta de ley agraria, que nunca entró en vigor, quien reivindicará la lucha y las demandas agrarias, para medianamente quedar insertas en la Constitución de 1917, en su Artículo 27, mermadas en la ley agraria de 1915 de Venustiano Carranza.
En 1930 el país se posicionó en el mundo con la Doctrina Estrada que es el principio rector de la política exterior mexicana desde ese año, formulada por el canciller Genaro Estrada; establece que ningún Estado necesita el reconocimiento de otras naciones para ejercer su soberanía, tan revolucionaria como fue en su tiempo el sistema Westfalia, en siglo XVII, que es de cuño hispano. La doctrina respeta la autodeterminación de los pueblos y la no intervención en asuntos internos de otros países. México se limita a mantener o retirar sus agentes diplomáticos sin calificar la legitimidad de gobiernos extranjero, una joya de la diplomacia y de las relaciones internacionales.
El denominado Desarrollo Estabilizador fue un periodo entre 1954 a 1970 de crecimiento económico acelerado del 6.8%, de baja inflación llamado: “el milagro mexicano”. La estrategia se dio principalmente en los gobiernos de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, (sin olvidar los conflictos violentos de los ferrocarrileros en 1958-1959, de los médicos 1964-1965 y de los estudiantes 1968) se industrializa el país, se sustituyen las importaciones y se fomentó la industria básica, logrando una estabilidad financiera y un aumento del nivel de vida de la población.
En 1967, México será el autor del Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, más conocido como: Tratado de Tlatelolco, los creadores principales fueron los diplomáticos mexicanos Alfonso García Robles y Jorge Castañeda, lideres de la iniciativa tras la crisis de los misiles de Cuba, en 1962. Clave fueron Adolfo López Mateos, quien como presidente propuso la idea, e Ismael Moreno Pino, otro diplomático mexicano.
Del PRI vendrá el período neoliberal y la implantación de la agenda de la América Global, derivando en privatizaciones, el desarrollo de los derechos humanos y del tratado de libre comercio con Norteamérica que articula al país a los designios de Washington, al Foro Económico Mundial, perdiendo soberanía en materia energética, alimentaria y tecnológica, cosa que también siguieron las administraciones del PAN. Hasta la fecha el T-MEC no permite la transferencia tecnológica a la otrora imponente Nueva España.
El actual régimen cuenta con una gran aceptación y es producto de Andrés Manuel López Obrador, con su heredera Claudia Sheinbaum Pardo, sigue suscribiendo en los hechos y en las políticas públicas a la neoliberal Agenda 2030; simultáneamente, en 2024 México ocupó el lugar 12 en el ranking mundial de economías, de acuerdo al Banco Mundial, es la segunda economía de América Latina y el Caribe.
Estos hechos y datos históricos del país son referencias incómodas, con gran frecuencia omitidos en la historiografía oficial y académica, peor aún soslayados en la memoria colectiva. Hoy es tiempo saber.
Hacia la reconciliación histórica y una refundación
de la identidad nacional
El hacer las paces con la propia historia, pasa por reconocer que somos mestizos hijos de sincretismos, que el origen es multicultural y multicivilizatorio, que en México converge una hispanidad, que es una civilización más compleja que la de España; pues, también están presentes las civilizaciones mesoamericanas, que es más que azteca, también las negras y las asiáticas. México desciende de titanes, de civilizaciones mayores que la azteca, como la olmeca, la tolteca, la totonaca, la maya, la tlaxcalteca, la zapoteca y muchas más, sin omitir a los herederos de Aztlán, del primer imperio global, del Virreinato, del reino más rico del mundo.
Esta historia es más que las historiografías oficiales, mucho más que la narrativa del mundo anglosajón y más que la historia negra de España.
La postura victimista inició con la evangelización de la historiografía oficial y la propaganda política del periodo posrevolucionario, ocultando los aciertos del Segundo Imperio, del Porfiriato y del Virreinato; que simultáneamente exageró y descontextualizó los crímenes y las violencias de estos periodos. Hoy es menester aceptar y abrazar la gloriosa y la crueldad histórica, que constituye a la civilización que es México, pues, negar este origen, es no reconocerse, es condenarse a caer en el victimismo cultural ya sea aceptando como demonios a los personajes históricos de siempre o demonizando a los héroes de bronce.
El victimismo cultural sólo merma la psique colectiva, es necesario transitar no a una idealización de la historia, sino al reconocimiento y aceptación de lo acontecidos, para ver en ello patrones y construir un futuro con sinceridad, autenticidad y congruencia con lo que se es. Es momento de reconocer a la historia y criticar la historiografía a la luz de los hechos y datos, con el compromiso/objetivo de vivir mejor, legando un mejor México, con mejores mexicanos.
Algunas conclusiones:
La Nueva España no fue colonia fue virreinato, México nace en 1821, nadie nos conquistó. México es producto de una conquista y de un sincretismo global profundamente hispano y occidental.
La historia de México en relación a la doctrina Estrada y al Tratado de Tlatelolco, muestran, que la Nación como civilización busca la paz, aun que es innegable la violencia que siempre ha existido y permanece, pero estas joyas son dos activos culturales y diplomáticos; en suma, grandeza civilizatoria; que en esta Tercera Modernidad de cuño multipolar y soberanista son instrumentos en un mundo con potencias enfrentadas, en una nueva arquitectura de un nuevo orden mundial, donde la soberanía se replantea y las guerras multidimensionales son más frecuentes, con escaladas continuas de conflictos globales, donde la 12 economía puede hacer aportes en el terreno de las relaciones internacionales, desde las relaciones entre civilizaciones.
En el actual choque de civilizaciones México tiene el activo de ser una civilización milenaria, crisol, amalgama de culturas y el recordatorio permanente del Museo Nacional de las Intervenciones.
Hay mucha historia, un predominio de historiografías de sesgo anglosajón y una miope memoria histórica, llena de mitos tortuosos, con un victimismo cultural mediocre; con ciertos miembros de la clase política que piden intervención militar de EEUU, que vociferan un colonialismo.
La actual guerra multidimensional también se lucha en el ámbito civilizatorio y cultual. La cultura woke no es representativa, ni endógena a la civilización mexicana, ni siquiera de Occidente que construyó un mundo por 500 años; lo woke es el rostro del desarraigo cultural del neoliberalismo estadounidense del partido demócrata, que tampoco representa al sistema tradicional de EEUU, y asumirlo es colonialismo.
Es tiempo de aceptar a los personajes de nuestra historia como hombres y mujeres de claroscuros, que son la estela de muertos sobre la cual se erige nuestro presente; honrar a los ancestros históricos aceptándolos como son, aún que no corresponda con nuestra mentalidad, expectativas personales y epocales; esto es crucial para poder dar la batalla en este choque de civilizaciones, integrando lo luminoso y la sombra que constituye a la nación mexicana. Esto es revertir el victimismo cultural, el preludio de una tendencia soberanista.
No hay sentido de nación sin reconocer y honrar a la historia patria tal cual fue, aún que no se comprenda del todo; es tiempo de reconocer el legado de todas las raíces culturales y civilizatorias, que hacen de México un Estado multicultural y una civilización de múltiples crisoles, que se hermana con todos los continentes y con todos los pueblos de la tierra.
La historia de México y su conformación se forjó y se forja con violencia, aún que no sólo con esta. La independencia y la soberanía vista a la luz de lo civilizatorio va más allá de la política y del ejercicio del poder al interior del Estado sin la intromisión de otra potencia extranjera; supone una postura de romper con mitos y victimismos históricos que inhiben el desarrollo, el potencial del pueblo.
En efecto, se requiere de condiciones geopolíticas y políticas internas de tal forma que permita el desarrollo de acciones individuales, sociales y gubernamentales soberanistas, articulada desde la consciencia histórica y la reconciliación con el pasado, pero esto supone la consciencia de nación.
Refundar la patria es reconocernos y construir nuevos mitos que permita la seguridad existencial del Estado Mexicano, así como mejores mexicanos.
¿Conviene seguir con el victimismo cultural? En fin, usted ¿qué piensa?…