Desnudando Silencios
Carolina Nogueira

Habilidades para la vida, una opción educativa fundamental

30 de Agosto de 2017

Carolina Nogueira



Desde 2010 hay más adolescentes con edades de entre 10 a 19 años viviendo en el mundo que en cualquier época anterior. Una gran proporción se encuentran en Latinoamérica y el Caribe.

Esta realidad puede convertirse en un regalo o en una carga para los países de la Región, dependiendo de la capacidad de los gobiernos, organizaciones, comunidades y familias para desarrollar el potencial humano de esta generación que resulta por momentos extremadamente vulnerable ante el contexto actual.
Considero que una contribución fundamental para la prevención de las conductas de riesgo en los adolescentes es el desarrollo de ciertas habilidades o competencia socio-afectivas llamadas genéricamente habilidades para la vida.

El objetivo de profundizar en cada una de ellas es contribuir en forma efectiva a que los adolescentes puedan enfrentar con éxito las situaciones de estrés social y personal que caracterizan la etapa que atraviesan.

Las habilidades para la vida son, en síntesis, los cimientos sobre los que se construye la competencia psicosocial, entendida, según la Organización Mundial de la Salud, como “la habilidad de una persona para enfrentarse exitosamente a las exigencias y desafíos de la vida diaria”.

Las habilidades para la vida propuestas por la Organización Mundial de la Salud ya entonces en 1993, son las siguientes:

• Autoconocimiento: reconocimiento de nuestra personalidad, características, idiosincrasia, fortalezas, debilidades, aspiraciones, expectativas, etc.
• Empatía: capacidad para ponerse en el lugar de otra persona y desde esa posición captar sus sentimientos.
• Comunicación efectiva o asertiva: habilidad para expresarse de manera apropiada al contexto relacional y social en el que se vive.
• Relaciones interpersonales: competencia para interactuar positivamente con las demás personas.
• Toma de decisiones: capacidad para construir racionalmente las decisiones cotidianas de nuestra vida.
• Solución de problemas y conflictos: destreza para afrontar constructivamente las exigencias de la vida cotidiana.
• Pensamiento creativo: utilización de los procesos de pensamiento para buscar respuestas innovadoras a los diversos desafíos vitales.
• Pensamiento crítico: capacidad para analizar con objetividad experiencias e información, sin asumir pasivamente criterios ajenos.
• Manejo de emociones y sentimientos: reconocimiento y gestión positiva de nuestro mundo emocional.
• Manejo de la tensión y el estrés: capacidad para reconocer nuestras fuentes de tensión y actuar positivamente para su control.

Este grupo de habilidades psicosociales potencian las tres dimensiones en que podemos organizar el desarrollo personal, a saber:

Aprender a pensar (el saber): la dimensión racional aplicada a la búsqueda de soluciones a los conflictos sociales, a la que contribuyen el autoconocimiento, el pensamiento crítico, el pensamiento creativo, la competencia para tomar decisiones y la capacidad para solucionar problemas.

Aprender a sentir (el querer): la vertiente emocional del ser humano que, soslayada en épocas pasadas, ha ido adquiriendo en los últimos tiempos creciente protagonismo, y que se ve fortalecida por el control emocional y el manejo de las emociones y el estrés.

Aprender a relacionarse (el poder): el ser humano es un ser relacional, que se constituye como tal a partir de los grupos y otros ecosistemas humanos en los que se socializa; proceso al que contribuyen la empatía, la comunicación asertiva y la capacidad para establecer relaciones sociales adecuadas.

En este contexto la otra pregunta que surge casi naturalmente es ¿Por qué impera hoy en día trabajar estas habilidades en la escuela? Aparentemente y casi con naturalidad surge la respuesta: muchas de las dificultades que los adolescentes enfrentan a nivel de las relaciones interpersonales surgen o se manifiestan en el ámbito escolar. Qué mejor entonces, que el lugar donde surge el conflicto para aportar herramientas para elaborarlo.

Otro factor que contribuye a dar una respuesta a esta pregunta tiene que ver con el tiempo y las condiciones en la que transcurre este tiempo del joven en la escuela. Un tiempo que en muchos casos es mayor que el que pasa con su familia y en condiciones de encuentro permanente con el mundo adulto y con el conocimiento con el objetivo de desarrollar el pensamiento crítico. Por lo tanto, qué mejor que utilizar estas oportunidades del formato escolar para ahondar en el conocimiento de sí mismos y de los demás.

El enfoque en la educación en Habilidades para la vida en las instituciones escolares a través de una acción sistemática consiste en el diseño de currículos integrales en los que la enseñanza de estas habilidades se incluya como parte esencial de los programas escolares de educación para una vida saludable, en combinación con otras intervenciones y medidas, orientadas al mejoramiento de las condiciones de salud y bienestar y las oportunidades para el aprendizaje y el desarrollo humano de los niños, niñas y jóvenes como así también de los otros miembros de la comunidad educativa, que contribuyan a la promoción del desarrollo personal y social, la protección de los derechos humanos y la prevención de problemas sociales y de salud.

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