URGE ROMPER EL SILENCIO EN EL ABUSO INFANTIL
08 de Septiembre de 2025
Gabriel García-Márquez
El silencio es cómplice del abuso. Durante décadas, el tema del abuso sexual y el maltrato infantil ha sido un tabú en nuestra sociedad: incómodo de hablar, doloroso de escuchar, y aún más difícil de enfrentar.
Las cifras son alarmantes: más del 16% de niñas y niños de entre 10 y 13 años han sufrido abuso sexual, y en adolescentes de 14 a 17 años la cifra casi se duplica, alcanzando un 38%. Además, cuatro de cada diez delitos sexuales en el país tienen como víctimas a menores de edad.
La reciente jornada encabezada por la Secretaría de Educación Pública con el lema “Te veo, te creo y te cuido” marca un avance: reconocer públicamente que este problema existe y no puede seguir oculto entre excusas o silencios impuestos.
¿CUÁNDO DEJAREMOS DE MIRAR HACIA OTRO LADO?
Es un paso importante reconocer públicamente que este problema existe, que no puede seguir oculto entre excusas, chantajes o silencios impuestos. Las escuelas, como espacios de formación y convivencia, deben blindarse para ser seguras. Sin embargo, la escuela no es suficiente: la protección de la infancia empieza en el hogar, se refuerza en la comunidad y se sostiene con una política pública firme y sostenida.
Lo que más preocupa es la normalización del abuso. Como explican especialistas, este delito sigue un patrón: comienza con la seducción disfrazada de juegos, continúa con tocamientos y actos sexuales, se perpetúa bajo amenazas o “secretos”, y en muchos casos se calla porque las víctimas temen no ser creídas o, peor aún, ser culpabilizadas. Este círculo de violencia no se rompe solo: requiere de adultos atentos, empáticos y responsables.
Las señales están ahí: cambios en el comportamiento, pesadillas, miedo a ciertas personas, resistencia a ir a la escuela, conocimiento sexual inapropiado para la edad. Pero con frecuencia son minimizadas por madres, padres o cuidadores, quienes interpretan estas alertas como simples “berrinches”. Ese descuido cuesta demasiado: la integridad, la salud emocional y, en muchos casos, la vida plena de una niña o un niño.
LOS PRINCIPALES AGRESORES
El mito del “extraño peligroso” ha sido desmentido por los hechos. En la mayoría de los casos, el agresor es alguien cercano, con acceso cotidiano y posición de poder sobre la víctima. En el círculo cercano están los principales agresores:
• Padres y padrastros: responsables de un alto porcentaje de los abusos.
• Tíos, primos u otros familiares: se valen de la confianza familiar.
• Maestros o entrenadores: aprovechan su rol de autoridad.
• Sacerdotes y líderes religiosos: tristemente presentes en múltiples denuncias.
• Vecinos o conocidos cercanos: con fácil acceso a los menores.
El común denominador es la cercanía y el abuso de poder.
SANCIONES SON SUFICIENTES O INSUFICIENTES
El Código Penal Federal contempla penas que van de 6 a 30 años de prisión por abuso sexual infantil, agravadas si el agresor es familiar o figura de autoridad. En casos de violación, las condenas pueden alcanzar hasta 40 años.
Sin embargo, persisten grandes problemas:
• Impunidad alta: más del 90% de los delitos sexuales no llegan a sentencia.
• Procesos lentos: muchas denuncias se estancan en el Ministerio Público.
• Víctimas revictimizadas: deben repetir testimonios múltiples veces.
Aunque las leyes son severas en el papel, en la práctica las sanciones resultan débiles frente a la impunidad. Varios casos han abierto una puerta al establecer que los abusos no deben prescribir, pero aún queda mucho camino por recorrer en este grave problema.
RECOMENDACIONES PARA MADRES, PADRES Y TUTORES
La prevención comienza en casa. Estas son algunas acciones clave:
1. Escuchar sin juzgar: brinde un espacio seguro.
2. Creerles siempre: la incredulidad profundiza el trauma.
3. Educar sobre el respeto al cuerpo: “mi cuerpo es mi territorio”.
4. Diferenciar afecto de abuso: enseñar límites claros.
5. Hablar con claridad y acorde a la edad.
6. Observar cambios de conducta: pesadillas, retraimiento, miedo repentino.
7. No responsabilizarlos nunca: la culpa es siempre del agresor.
8. Comunicación constante con la escuela: dejar de guardar secretos.
9. Promover las tres C: Confiar, Creerles, Comunicar a los menores que no tienen la culpa.
10. Buscar ayuda y denunciar: callar prolonga la violencia.
UN LLAMADO URGENTE
El abuso sexual infantil no es un asunto privado, sino una herida social que nos involucra a todos. Las leyes existen, pero deben aplicarse con firmeza; las escuelas pueden ser espacios seguros, pero requieren vigilancia constante; y las familias deben asumir que el silencio nunca es opción, de manera que romper el silencio ya no es un acto de valentía individual, sino una responsabilidad colectiva.
Los datos duros son alarmantes, toda vez que los casos reportados han aumentado. En 2023 México registró casi 10 mil casos de violencia sexual infantil, que las denuncias mayoritariamente están dentro del círculo cercano, porque estudios señalan que el 80 por ciento de los abusos son cometidos por familiares cercanos y México lidera en la comisión de este delito entre los países de la OCDE. Además, el abuso sexual organizado en escuelas se ha documentado que un sinnúmero de casos de abuso coordinado en escuelas tanto públicas y como privadas.