SENTIDO COMÚN
Gabriel García-Márquez

AIRBNB Y EL MUNDIAL 2026

17 de Diciembre de 2025

Gabriel García-Márquez


El Mundial y la nueva fiebre del alquiler temporal
México está por vivir uno de los mayores desafíos de su historia turística: recibir a 5.5 millones de visitantes durante el Mundial 2026. El hotelería tradicional, por sí sola, no podrá con el reto. Y ahí, en ese vacío, Airbnb ha encontrado el momento ideal para presentarse como aliado estratégico del país… y como gran ganador comercial.
Ángel Terral, director general de Airbnb México, lo dice sin rodeos: la plataforma espera que los mexicanos abran desde cuartos libres hasta sofás olvidados. Es la invitación a rentar lo que normalmente no se renta y convertirlo en un ingreso rápido, aunque sea por unas semanas.
El precedente francés sirve como carta de presentación. Durante los Juegos Olímpicos de París 2024, los anuncios activos de Airbnb crecieron 40% y se disparó la demanda de alojamiento temporal. París se convirtió en un gigantesco mercado de rentas exprés; miles de residentes salieron de la ciudad para aprovechar el boom.
Para México, Airbnb proyecta medio millón de noches reservadas y una derrama de 560 millones de dólares. Detrás de esta cifra hay un mensaje claro: la plataforma busca que la ciudadanía, y no la infraestructura hotelera, absorba la parte más compleja del Mundial.
LA PROMESA DE UN TURISMO QUE SE REDISTRIBUYE
Airbnb defiende que el mayor impacto del Mundial no será inmediato, sino a largo plazo. Afirma que 65% de los visitantes internacionales volverán a México en los próximos cinco años, impulsados por experiencias positivas.
El argumento se robustece con datos de turismo nacional: 70% de los usuarios que reservan en México son mexicanos; uno de cada cuatro viajes ocurre ya en zonas rurales; y 50 destinos recibieron su primera reserva apenas el año pasado. Según la empresa, esto demuestra que la plataforma está llevando beneficios a lugares donde antes no llegaba el turismo.
En otras palabras, Airbnb no se presenta solo como una empresa de hospedaje, sino como un actor que pretende modificar el mapa turístico del país. Claro, esto también ocurre en un contexto frágil, donde la regulación local apenas existe o se encuentra rezagada frente al crecimiento del mercado.
ENTRE EL ENTUSIASMO Y LOS VACÍOS REGULATORIOS
El contraste con París es inevitable. La capital francesa armó un andamiaje regulatorio férreo antes de los Juegos Olímpicos: límites de días, registros obligatorios, inspecciones y sanciones. Pese a ello, al año siguiente vino un ajuste del 27% en los anuncios activos. Es decir, la euforia terminó y el mercado volvió a su tamaño natural.
México enfrenta una situación más compleja. Las tres ciudades sede: CDMX, Guadalajara y Monterrey, tienen capacidades hoteleras y marcos legales muy distintos. En algunas zonas, la proliferación de alquileres temporales ha empujado las rentas hacia arriba; en otras, no existe siquiera un mecanismo para contabilizar formalmente cuántos alojamientos se ofrecen.
Aun así, Airbnb quiere que el Mundial sea algo más que habitaciones llenas. Su estrategia incluye recorridos culturales, experiencias gastronómicas, talleres artesanales y actividades guiadas por locales. La plataforma busca transformar la visita futbolera en una inmersión cultural, un relato atractivo para el turista y para las comunidades anfitrionas.
LO QUE Airbnb PROMETE Y LO QUE MÉXICO DEBE PREGUNTARSE
Según la compañía, los anfitriones mexicanos ganarán 25 millones de dólares durante el Mundial. En promedio, cada uno obtendría 1,300 dólares en pocas semanas. Y no es menor que 50% de ellos sean mujeres y 15% adultos mayores, grupos para los cuales este ingreso puede ser significativo.
A ello se suman los 21,000 empleos indirectos y un impacto económico total estimado en 328 millones de dólares por consumo en tours, alimentos, transporte y comercios locales. Airbnb asegura que los beneficios llegarán incluso a ciudades que no albergarán partidos, pues muchos visitantes querrán viajar más allá de las sedes.
Pero detrás de todo entusiasmo surge la pregunta clave:
¿está México preparado para que un evento tan grande transforme su mercado turístico y su mercado de vivienda sin que existan reglas claras?
Un Mundial puede dejar prosperidad, pero también puede dejar distorsiones: aumento de rentas, saturación urbana, desplazamiento de residentes y tensiones con la vivienda asequible. El país no puede darse el lujo de esperar a que el mercado se autorregule.
El Mundial 2026 representa una oportunidad que ocurre una vez por generación. Airbnb quiere ser el gran facilitador y, desde su lógica, tiene las piezas para lograrlo. Pero la pregunta no es si la plataforma está lista; la pregunta es si México lo está.
Porque abrir las puertas al turismo global no es solo cuestión de hospitalidad: es cuestión de planificación, regulación y visión de país. Y si México no se prepara, el Mundial podría convertirse en un triunfo para las plataformas, pero no necesariamente para quienes viven en las ciudades que recibirán al mundo.
Airbnb sostiene que muchos de los visitantes no se limitarán a las sedes, Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, sino que aprovecharán su estancia para recorrer el país. Esta movilidad ampliada beneficiaría a estados sin partidos mundialistas, desde destinos de playa hasta regiones con rutas culturales. La derrama, argumenta la empresa, no será exclusiva de quienes hospedan: comercios, guías, transportistas y prestadores de servicios en ciudades no mundialistas también verán un impulso extraordinario.
Airbnb proyecta también la creación de 21,000 empleos indirectos y un impacto económico total de 328 millones de dólares por consumo turístico. Y vuelve a subrayar: la derrama económica no se concentrará solo en las sedes, sino que alcanzará a estados y ciudades fuera del circuito futbolero gracias a los viajeros que extenderán su ruta por el país.

OTRAS ENTRADAS