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Erdogan va por todo el poder

Foto por: Excelsior /
Erdogan va por todo el poder
16 de Abril de 2017 10:06 /
Hoy están convocados a las urnas unos 55 millones de turcos para votar una reforma constitucional que transformaría a la actual democracia parlamentaria en un sistema presidencialista, el cambio político de mayor calado desde que la moderna república turca fue fundada tras la caída del Imperio Otomano en 1923.Con la consulta de hoy se pone mucho en juego: una victoria del “no” mantendría el sistema parlamentario instaurado con la fundación de la República de Turquía en 1923, en el que el primer ministro dirige el gobierno, mientras que el presidente, Recep Tayyip Erdogan, neutral respecto a los partidos, asume funciones representativas.
Pero si gana el “sí”, la figura del primer ministro será abolida y Erdogan, presidente desde 2014, asumirá todo el Poder Ejecutivo, podrá componer su gabinete de ministros sin pasar por el Parlamento y sus decretos tendrán fuerza de ley.
Salvo que haya elecciones anticipadas, algo que el gobierno descartó de momento, estos cambios se aplicarían a partir del fin de la legislatura actual, en 2019, y Erdogan podría encadenar dos mandatos de cinco años, es decir, podría permanecer en el poder hasta 2029.
Erdogan justifica la reforma señalando que con estos cambios, el líder del país no necesita rendirle cuentas a nadie durante cinco años y podría implantar las políticas que juzgue necesarias sin encontrar cortapisas.
Asegura que con las modificaciones a la ley se garantiza la estabilidad al frente de Turquía, que atraviesa una ola de atentados sin precedente y dificultades económicas.
Sólo así, dice, se puede mantener un gobierno fuerte y estable, frente a las numerosas coaliciones frágiles y elecciones anticipadas que han dominado la vida política turca durante décadas.
Pero la oposición teme que precisamente esa “manga ancha” pueda dar lugar a todo tipo de abusos de poder.
"El riesgo que se corre es que no habrá contrapesos propios de un sistema presidencialista, porque el mandatario turco va a concentrar mucho poder, tendrá muchas facultades, gobernará de forma autoritaria. Lo único que está haciendo (con el referéndum) es legitimar esa forma de gobernar”, aseguró a
Excélsior Yoanna Shubich Green, coordinadora Académica de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Anáhuac.
"La gente quiere tener seguridad, entonces cuando hay este tipo de cuestiones la sociedad no es muy racional y sacrifica libertades frente a la seguridad”, aseveró.
El paquete de medidas, que incluye 18 reformas, se definirá en las urnas porque los cambios constitucionales que hizo Erdogan no recibieron el apoyo de las dos terceras partes del Parlamento. Las reformas propuestas se aprobaron el 16 de enero durante la Gran Asamblea Nacional de Turquía, pero sólo con una mayoría simple y con eso no es suficiente para implementarlas.
La búsqueda de Erdogan por lograr la reforma ha sido tan grande que llegó a enviar ministros de primer nivel de su gobierno a Europa en busca de votantes expatriados.
Debido a que algunos gobiernos europeos, como Holanda, le bloquearon sus eventos de campaña, Erdogan acusó a Ámsterdam de tener “vestigios nazis”.
"Quizá en el corto plazo sí dará resultado la medida de que el Presidente tenga mucho poder, porque va a controlar todas las decisiones, sin embargo, estamos hablando de que le va a generar tensiones a nivel internacional”, indicó Shubich Green.
Una de las primeras llamadas de atención se generó desde la Comisión de Venecia, un organismo de juristas independientes que asesora al Consejo de Europa.
La reforma “lleva a una excesiva concentración de poder ejecutivo en manos del Presidente y la debilitación del control parlamentario de este poder. En cuanto a la rendición de cuentas del Presidente, la Comisión de Venecia no encuentra que esté garantizada en sus artículos”, concluyó el pasado marzo el organismo.
El grupo también consideró que se trata de un paso peligroso para la democracia, pero Mustafa Sentop, uno de los artífices de la reforma constitucional que se someterá a referéndum, cree que las conclusiones de la Comisión de Venecia “no fueron objetivas” y que, en su labor, hubo interés político.
El resultado de la consulta puede condicionar, definitivamente, el curso de las relaciones entre Turquía y la Unión Europea, que en los últimos meses han entrado en crisis. Hay voces que se cuestionan, incluso, la futura culminación del proceso de integración iniciado en 2005.
"Me parece que a Erdogan ya no le interesa pertenecer a la Unión Europea, cuando él llegó al poder sí tenía un interés en avanzar en las negociaciones, incluso siguió algunas directrices que le marcaron, como el respeto a los derechos humanos y la prohibición de la pena de muerte.
"Por lo que está pasando en la Unión Europea, que se ha debilitado, me parece que Erdogan cambió su política exterior y dijo: bueno, ya no me interesa la UE, mejor regreso y trato de ser líder en Medio Oriente y juego un papel más importante en la región, entonces el proceso de negociación con la UE se va a romper, aunque no sé si había interés de la Unión Europea de que Turquía fuera parte del bloque”, aseguró la académica.
Tras años de pérdida de libertades, guerra en la región kurda, terrorismo y un intento de golpe de Estado que provocó unos 130 mil despidos, la sociedad turca está tensa y dividida.
"No está claro cuáles van a ser los resultados. Independientemente de ellos, la sociedad estará polarizada, pero desgraciadamente por este sistema tan autoritario la gente no se atreve abiertamente a decir que no está de acuerdo con este referéndum”, indicó la profesora de la Universidad Anáhuac.
Los últimos sondeos mostraron intenciones de voto muy reñidos, con el “sí” o el “no” ganando con sólo uno o dos puntos de ventaja, por lo que es imposible predecir un resultado firme y menos si habrá acusaciones de fraude por parte de ambos bandos.
EL SULTÁN TURCO QUE BUSCA CREAR UNA “NUEVA NACIÓN”
Nacido en Estambul en 1954 en el seno de una familia modesta oriunda de las montañas del Mar Negro, Erdogan ejerció también como primer ministro durante el periodo más largo desde que el país abolió en 1950 el sistema de partido único.
Durante 11 años (2003-2014) fue jefe de gobierno, antes de asumir el cargo presidencial en 2014, pero nadie en Turquía duda de que desde este puesto, según la actual Constitución neutral y con competencias meramente representativas, Erdogan sigue siendo quien tiene las riendas del país.
Él mismo argumenta que es el primer jefe de Estado elegido en las urnas —hasta 2007, al Presidente lo elegía el Parlamento—, lo que le otorga un respaldo popular del que carecían sus predecesores.
Desde esta supuesta legitimidad, Erdogan propone crear una “nueva Turquía”, que dibuja como potencia económica mundial, piadosa, basada en la identidad islámica y guía del mundo musulmán, una ruptura profunda con los ideales laicos de Atatürk (1881-1938).
Muchos le llaman “sultán”, cosa que no parece disgustarle cuando viene de sus seguidores, aunque también sus críticos usan ese apelativo para calificar sus sueños como megalómanos.
El Presidente es enormemente popular en grandes regiones de Turquía, especialmente en el centro y noreste de Anatolia, donde el partido que fundó en 2001, el islamista Justicia y Desarrollo (AKP), alcanzó en algunas zonas en 2015 más de 80% de las papeletas.
Erdogan, precisamente, comenzó a labrarse su popularidad con una eficaz gestión como alcalde de Estambul (1994-1998), que fue su trampolín para llegar al cargo de primer ministro en 2002 e impulsar una privatización y dinamización de la economía turca.
Su estilo conservador se refleja también en su vida personal: se casó a los 24 años con Emine Gülbaran, un año menor que él, con la que tiene dos hijos y dos hijas, una de ellas casada con un hombre de negocios que fue nombrado ministro de Energía en 2015.
En diez años en el poder, Erdogan fue proyectando un estilo de gobierno cada vez más autoritario y marginando al equipo de fundadores del AKP que lo rodeaba hasta entonces, pero esta actitud de hombre fuerte e incluso héroe solitario afianzó su imagen.
PP