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Misión cumplida para Rafael Lebrija con el Toluca

10 de Febrero de 2017 12:03 /

“Rafael, este viejito no quiere irse sin ver campeón a sus Diablos”. Era don Nemesio Diez. Y del otro lado estaba Rafael Lebrija, amigo de su hijo Valentín desde primero de primaria, secundaria y preparatoria, en el Instituto Patria. “A ti que tanto te gusta el futbol, ¿por qué no te vienes al Toluca?”. Eso fue en 1997. Lebrija aceptó, llegando como vicepresidente del equipo. Después de unos meses, don Nemesio le dio el máximo cargo en lugar de Sergio Peláez, quien tenía a los Diablos en problemas de descenso. Tuvo que elegir un técnico. Y entonces buscó a Enrique Meza, un hombre de gran trayectoria y conocimientos del juego. Lo consultó con Valentín, pero éste no tuvo reparo. “Adelante, ¡es tu responsabilidad!”, le dijo. Y en una plática de café, de no más de media hora, Meza correspondió la oferta y dio forma al proyecto.

Con Meza y su cuerpo técnico, Lebrija comía una vez por semana para ver dónde estaban fallando. Dice él que con el fin de “tener un equipo de primera categoría, que jugara bien al futbol”. Y así fue sucediendo, con un plantel en el que jugadores como Carlos María Morales, Hernán Cristante, Fabián Estay y José Saturnino Cardozo, al que los ligamentos cruzados de la rodilla le habían jugado una mala pasada, parecían jugar de memoria.

Llegó el título del Verano 98. “Un partido épico contra el Necaxa”, cuenta Lebrija. “Perdíamos 4-1 en el marcador global, después del 2-1 en la ida. Metimos cinco goles y les ganamos 6-4. Es algo que no volveré a vivirlo, el recuerdo número uno que tengo”. Luego de 24 años, el Toluca volvía a ser campeón. Y don Nemesio también: ‘Rafael, ¡ahora vamos por el otro!’. “Don Nemesio, ¡pero si yo ya le cumplí!”, le contestaba Lebrija. Aquel diálogo todavía le da risa.

“Recibí todo su apoyo. Hicimos un gran equipo, había comunión de todas las partes: directiva, cuerpo técnico y jugadores. Se jugaba por amor a la camiseta, algo que se ha perdido en estos tiempos. Esa entrega que tuvieron por el Toluca, nos hizo ser campeones cinco veces (Verano 98, 99, 2000, Apertura 2002 y 2005). Logramos estar seis años consecutivos en el primer lugar de la tabla porcentual”, comparte.

Mucho tuvo que ver la continuidad, pero también la resistencia al mercado.

"A Sinha se lo compré al Saltillo, de la Segunda División. Me costó 150 mil dólares. Después, se convirtió en una figura del futbol nacional y me ofrecieron un dineral por él: ¡7 millones de dólares! Lo mismo por Paulo da Silva, Cardozo y varios más”.

No obstante, hubo varias dificultades. Como el llamado de dos técnicos, Enrique Meza y Ricardo La Volpe, requeridos por la Selección Nacional“.

“Vaya problema que fue ése”, recuerda. “Cuando se llevaron al profe Meza a la Selección -digo se lo llevaron, porque todo mundo me hizo culpable, como si lo hubiera promovido- buscamos otro técnico

Traje a Ricardo La Volpe. A Meza no le fue bien y tuvo que irse del Tri. Entonces, vinieron otra vez por el técnico del Toluca. Me quitaron a La Volpe, con las consecuencias que podía traer.

“La Volpe nos había dejado un equipazo. Él no estaba al frente, pero aquel campeonato (2005) fue obra suya. Y luego vinieron otros, pero siempre con reconocida valía. Pekerman, “El Tolo” Gallego… técnicos de primer nivel”.

Con La Volpe, Lebrija guardó distancias pero valoró el trabajo.

“La Volpe tenía un carácter complicado, difícil, pero una vez le dije: ‘tú atiende lo tuyo, yo atiendo lo mío y a ver en qué forma podemos ir mejorando’’”.

Un par de decisiones marcan su estancia como presidente del Toluca. Una fue al inicio, con el portero argentino Luis Islas, que era seleccionado nacional. Una persona que tenía a favor el cariño de los aficionados de los Diablos. “Hubo una discrepancia entre Islas y el profe Meza, que fue insuperable. Por más que puse mi empeño en buscar una consideración, un acuerdo entre ellos, fue imposible. Tomé la decisión de que se quedara el profe y saliera Islas. Me criticaron, pero los resultados me dieron la razón”, comenta.

Y la otra, aunque el desenlace no haya sido el mejor, fue la de aguantar la recuperación de José Saturnino Cardozo, cuando se había roto los ligamentos cruzados de la rodilla. “Fue un extraordinario jugador. Cuando llegamos, estaba apenas recuperándose. Todavía no estaba bien, pero mostró gran enjundia, unos deseos bárbaros de trascender, y al final lo logró. Es uno de los mejores jugadores que han venido a México.


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