¿JAVIER DUARTE SEGUIRÁ EN LA CÁRCEL?
12 de Noviembre de 2025
Pablo Jair
@pablojair
Javier Duarte de Ochoa siempre será recordado como un gobernador polémico en el periodo cuando Veracruz tuvo su peor crisis financiera, de seguridad y política.
Para empezar, Duarte de Ochoa llega en un contexto histórico muy diferente al priato del poder absoluto antes del año 2000, cuando había un presidente omnipotente en Los Pinos como jefe máximo al que todos los priistas debían obedecer.
Llega al cargo teniendo a un presidente de un partido distinto al suyo (Felipe Calderón, del PAN) y con todo el apoyo de su mentor, el gobernador saliente, Fidel Herrera, quien sería el segundo mandatario veracruzano que no tenía qué consultar en Los Pinos sobre quién sería su sucesor: “Tío Fide” escogió a Duarte y punto.
De entrada, “Javidú” ha sido el gobernador más joven en la historia moderna de Veracruz (el récord lo tiene Cándido Aguilar, en 1914, a la edad de 25 años, en la época de la Revolución). Si bien se apostaba como un rostro nuevo en un PRI urgido de renovarse con nuevos cuadros, se vería en su sexenio la falta de experiencia y preparación para gobernar un estado tan complejo y diverso; a eso se sumarían los excesos y las ambiciones que da el poder precisamente a los que no están preparados.
Se puede decir que la primera impresión que causaba Duarte era la de ser un gordo inteligente y bonachón. Bromista con sus cercanos y llevadero con la gente, pero que le faltaba mucho “colmillo” en política, a diferencia de otros tiburones que tenían toda su vida preparándose como aspirantes a la gubernatura.
El joven nacido en el puerto de Veracruz, pero criado en Córdoba, tomó las riendas del estado venciendo —con la ayuda de Fidel— a dos titanes de la política como Miguel Ángel Yunes Linares (PAN, antes priista; némesis de Tío Fide) y Dante Delgado Rannauro, fundador de Movimiento Ciudadano.
Cuando llega a Palacio de Gobierno, Veracruz seguía viviendo una intensa guerra entre cárteles y grupos de la delincuencia organizada, desatada principalmente por las políticas de guerra impulsadas por Calderón y su “superpolicía” Genaro García Luna, hoy preso en Estados Unidos por sus vinculaciones al narcotráfico.
Incluso en plena Xalapa había situaciones nunca antes vistas: cuerpos regados o quemados en parques. Algunas localidades como San Pancho, cerca de Cardel, hasta tenían bardas pintadas que decían: “Territorio Zeta”. Ya ni se diga de los retenes falsos en autopistas.
Para esto, el joven gobernador nunca había pasado por las cloacas del sistema en el tema de seguridad, algo que para la vieja escuela priista era indispensable en la formación.
Aunque la situación era muy violenta, Duarte logró el apoyo de la Secretaría de Marina para crear la Policía Naval en varios municipios considerados como focos rojos. También llegó a crear también la Fuerza Civil como un cuerpo de élite de la Policía Estatal, pero que finalmente fue extinguida por corrupción y excesos a inicios del sexenio de Cuitláhuac García (2018-2024).
Debe decirse que esa violencia dolió mucho, sigue doliendo, porque todos conocimos a alguien que murió, desapareció o tuvo que salir del país. A Veracruz le ha costado recuperarse de esos años, y un ejemplo claro es Coatzacoalcos (de donde es originaria su hoy ex esposa, Karime Macías), ciudad que terminó hundiéndose en el caos de pandillas que mataron lentamente el comercio, el turismo y la vida nocturna.
También debe comentarse que el problema de inseguridad fue utilizado como carroña por parte de sus detractores y adversarios, quienes perfilaron a Miguel Ángel Yunes Linares como el próximo gobernador desde que se posicionó como director general del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).
De hecho, se comentaba en algunos círculos que Javier Duarte iba a ser el último gobernador priista en Veracruz y se romperían con 87 años —desde 1929 hasta 2016— de la hegemonía del tricolor, como finalmente ocurrió.
Otro de los problemas que comenzó a agudizarse fue el del dinero: Duarte tuvo al menos seis secretarios de Finanzas quienes tenían que maniobrar con las deudas y los manejos pocos claros de la administración. A eso se sumaron señalamientos por la creación de empresas fantasmas y presuntos desvíos de recursos.
Se recuerda que poco antes de la mitad de su sexenio comenzaron muchos problemas de pagos a proveedores, así como a gremios que reclamaban cuotas, seguros o diversas prestaciones. Se sabría después que ni siquiera se pagaban impuestos.
Esta situación creó una megadeuda de miles de millones de pesos que se sigue pagando y tardará muchos años en saldarse o siquiera reducirse. Varios gobernadores en el futuro tendrán que lidiar con este problema que con Duarte se disparó.
Uno de los gremios afectados fue el de medios de comunicación, pues de repente se dejaron de pagar los contratos publicitarios (nadie supo dónde quedó ese dinero), comenzando una crisis en varias empresas periodísticas que decidieron cerrar o reducir su plantilla laboral. Decía, entre risas, el gran maestro columnista Gabriel Arellano (abrazote al cielo): “A Duarte debemos de darle las gracias de que gracias a él ya aprendimos a no vivir del gobierno”.
Pero este error le costaría muy caro: las redes sociales ya tenían bastante fuerza y mucha prensa se le fue encima, especialmente la que ya tenía trato con Miguel Ángel Yunes Linares, quien ya atacaba al mandatario diariamente, en abierto. (Uno de estos ataques fue la falsedad de que se daba agua destilada a pacientes infantiles con cáncer, declaración que se viralizó y sigue vigente en el imaginario colectivo).
La imagen de Duarte, en este sentido, quedó por los suelos, muy vapuleado… aunque tampoco había mucho para defender.
Las intrigas de Yunes Linares también comenzaron a surtir efecto desde el Altiplano, donde ya gobernaba el priista Enrique Peña Nieto, teniendo a Miguel Ángel Osorio Chong como secretario de Gobernación, amigo muy cercano a Yunes, quien ganaría finalmente la elección a la gubernatura de 2016.
No obstante, Duarte, quien todavía controlaba el Congreso del Estado, logró que se creara la mini-gubernatura de dos años para el periodo 2016-2018 (que encabezó Yunes), supuestamente para homologar elecciones federales y locales. Con esta maniobra, le cortó mucha margen de operación a su sucesor.
Se recuerda que los últimos meses del último gobernador priista en Veracruz fueron plenamente caóticos: protestas enardecidas por todos lados, la capital bloqueada por grupos que reclamaban dinero, prestaciones, aumentos, plazas, etc. Si bien había regresado un presidente priista a Los Pinos, a Javier Duarte lo desplazaron como gobernador: lo sentaban lejos del mandatario nacional en eventos oficiales e incluso hasta dejaron de avisarle cuando Peña Nieto venía a tierras veracruzanas.
La figura del entonces gobernador ya no tenía fuerza y se supo después que el propio Osorio Chong le pidió su salida de la gubernatura, misma que fue anunciada el 12 de octubre de 2016 en el noticiero estelar matutino de Carlos Loret de Mola, entrando como gobernador interino Flavino Ríos Alvarado por 48 días, a quien le tomaron el Palacio de Gobierno grupos políticos afines a Yunes.
A pesar de que Duarte anunció que no escaparía, finalmente sí huyó, pero fue capturado en Guatemala el 15 de abril de 2017. Desde entonces ha estado en prisión.
En septiembre de 2018, obtuvo un criterio de oportunidad con la Fiscalía General de la República (FGR) que le permitió tener un procedimiento abreviado para declararse culpable a cambio de una pena mínima, que fue fijada en 9 años.
Actualmente, Duarte está buscando la libertad anticipada al cumplir ya más del 90% de su condena (la cual terminaría en abril del próximo año), y este martes se aplazó una audiencia relacionada con este proceso, por lo que se espera una definición sobre su libertad el próximo 19 de noviembre.
Todo parece indicar que no habría problema alguno para que Duarte se vaya del Reclusorio Norte donde está internado, pues no tiene otros procesos pendientes. No obstante, la FGR ha impugnado la salida del gobernador del penal.
Los que deberían irse preparando son los de Morena, tanto en el gobierno federal como en el estatal, pues si llega a salir el ex gobernador de la cárcel (anticipado o cumpliendo condena completa) va a ser utilizado el tema nuevamente como mitote político.
Se duda que “Javidú” regrese a vivir al estado, pero quizás, algún día, se le podrá ver en algún café de Xalapa o comiendo tortas de “El Borrego” en Córdoba; en una de esas —porque todo puede pasar— hasta se lo encuentra usted vendiendo artesanías o volovanes en el malecón de Veracruz, por aquello de que tiene una familia en Inglaterra que mantener.



