La tragedia magnificada
29 de Julio de 2025
Manolo Victorio
Que una profesora jubilada de 62 años, Irma Hernández Cruz, arrodillada ante 12 sicarios pertrechados para la guerra, apuntándole con cuernos de chivo, haya muerto en recordatorio amenazante de la necesidad de tributar un derecho de piso a la delincuencia organizada, es una tragedia; sí.
Insertar a esta maestra, violentada y asesinada por el grupo delincuencial denominado 'Sombra', en un 'nado sincronizado' en la llamada prensa nacional, cómo punta de ariete para golpear al gobierno de Nahle; también es una tragedia.
A ojos vista los adversarios externos, visualizados cómo enemigos mortales y los propios, los de casa, insertos en las corrientes políticas de Morena, no digieren aún que Norma Rocío Nahle García haya ganado -con todas las de la ley-, la gubernatura veracruzana.
Quizá está guerra mediática, abonada desde las cañerías de los poderes facticos para debilitar la gobernanza de una mujer decidida a tomar al toro por los cuernos, haga mella en la opinión pública, en detrimento de la imagen de Nahle.
Sin embargo, habrá que poner en una balanza que la gobernadora Norma Rocío Nahle García ya cumplió sus metas propuestas: incursionó en la política partidista hasta convertirse en la primea gobernadora veracruzana.
La muerte de la maestra jubilada no será la primera ni la última crisis de su gobierno; para eso escogió está tarea, a sabiendas que gobernar un estado tan complejo como Veracruz no es una empresa fácil. Es parte de la realidad en la geopolítica veracruzana.
Aquí la reflexión vendría a guisa de lo que esperan los 8 millones de veracruzanos y veracruzanas de a pie, que tiene confianza en certeza jurídica y fe espiritual que el Estado sea garante de sus vidas y posesiones.
Ahí radica la cuestión respecto a enredarnos o no con esta historia trágica o defender nuestro derecho a vivir en un estado de Derecho, con una estructura gubernamental que pueda hacer frente a los delincuentes.
Nadie con dos dedos de frente se irá por el nado sincronizado de la guerra mediática, movida por intereses perversos.
Si el gobierno estatal, que blande el bate de la violencia institucionalizada, se impone en esta guerra cotidiana contra los grupos delincuenciales que buscan sembrar el terror y la obediencia tributaria a través de las armas y la tortura, alcanzaremos la paz colectiva, podremos salir a trabajar y a caminar nuestras calles y transitar nuestras carreteras sin la zozobra de ser violentados, asaltados o asesinados.
Si por el contrario, los panegiristas de la desgracia triunfan, la estructura de gobierno, y por ende, la paz social, se irá al despeñadero.
Y eso, es sería la derrota de las instituciones.
Sería el acabose de una sociedad organizada.
Por ello quienes alimentan el fuego de la desgracia, no deben ser replicados.
No quieren la paz de Veracruz.
Quieren regodearse, a distancia, untando caviar a un pan de masa madre y sorbiendo champaña, de la desgracia del pueblo saqueado hasta el cansancio para financiar su dolce vita.
El fin de semana sólo hubo un registro de tres homicidios dolosos. Eso es signo de que la prevención del delito está funcionando.
El trabajo de la gobernadora ahí está.
Nadie puede escamotearle ese esfuerzo cotidiano en las mesas para la construcción de la paz.
Nadie puede señalarla con índice flamígero que está instalada en la milonga; o peor aún, nadie puede acusarla de cubrirse con el manto de la simulación.
Decía Buffon que el estilo es el hombre.
La gobernadora tiene sus formas en el manejo de la narrativa, quizá no sean tersas o aterciopeladas en la diplomacia; pero no echa pa'trás, siempre pone pecho a las balas.
“Siempre daré la cara”, suele decir cuando la realidad del Estado de Veracruz la sube a la tribuna de las conferencias de prensa.
Es el estilo de gobernar de Rocío Nahle.
En un país donde la evasión -y la simulación- son caminos fáciles para la clase política en el desinflamiento de una crisis, la postura de la gobernadora veracruzana destaca por ser frontal.
Ante el ruido mediático la mandataria veracruzana fue clara: Yo soy la gobernadora y voy a dar cara siempre, siempre.
Puede gustar o no su tono. Puede incomodar su estilo directo. Pero no deja lugar a dudas sobre su posición como autoridad: rendición de cuentas constante, sin rodeos, sin esquivar los temas incómodos.
Rocío Nahle no minimiza la violencia. La reconoce y actúa coordinada con las instituciones, encargadas de procurar justicia y aplicar la ley, sin titubeos y pactos con nadie.
La política es el mecanismo para encontrar soluciones.
El bien común es lo que deseamos alcanzar gobernantes y gobernados. Que bajen a tasa cero los delitos de alto impacto en Veracruz es una parte sustancial del bien común.
Las oscuras golondrinas, exhibidas ahora como una clase política que vacaciona es islas de ensueño o enredados en la licuadora -o barredoras- de las relaciones turbias con grupos criminales, quisieran que Nahle tropezara con los retos impuestos por la realidad; sólo con la mezquina idea de enrarecer el ambiente y erigirse ellos como la salvación de la patria.
Y en esta vorágine informática, la gobernadora también lanza un mensaje claro a los medios de comunicación: respeto absoluto a su trabajo, sin censura, sin indicaciones. “Yo no voy a decirles a ustedes cómo hagan su trabajo”.
Mencionó el “nado sincronizado” de medios nacionales: esa coreografía de opiniones que aparece cuando conviene golpear políticamente. Y frente a eso, volvió a reiterar el trabajo que se realiza de manera diaria, sin descanso.
"Trabajo todos los días, yo sí sé lo que estoy haciendo aquí, porque me asumo como gobernadora de todos los veracruzanos", dijo en una realidad legitimada desde el 1 de diciembre del 2024, cuando tomó el gobierno.
Norma Rocío Nahle ha asumido el liderazgo de Veracruz con la convicción de que gobernar no es esconderse detrás de los comunicados ni usar portavoces para enfrentar lo incómodo. Gobernar —según su propio estilo— es dar la cara.
El escarnio hecho sobre una tragedia como lo es el crimen de la maestra Irma Hernández Cruz, duele en la entraña del colectivo; pero también levanta sospechas que esa muerte, usada por la delincuencia organizada para sembrar un terror sicológico destinado a motivar el pago por protección, es usado como ariete para golpear a una gobernadora institucional y legítimamente establecida.
Es el lucro político del dolor humano.
Es la raja convenenciera de una tragedia.
Es el colofón de venganzas inconclusas.
Es el destino manifiesto de los odios no transitados por la derrota de una empresa política que quería gobernar Veracruz con aviesas intenciones patrimonialistas.
A partir de un informe forense que indica que la maestra Irma murió de un infarto como consecuencia del secuestro, se tejió una narrativa que no busca justicia, sino aprovecharse del dolor.
Esa forma de hacer política de odio, morbosa de la tragedia humana, ya no conecta con la gente. La ciudadanía ve, escucha, compara. Y también ve que hay un gobierno que actúa, que no esconde la cabeza, que da resultados. Basta con mirar lo que se ha hecho con Veracruzana Protegida, un programa que salva vidas y responde con rapidez frente a la violencia contra las mujeres, o con revisar los datos de delitos de alto impacto, que en muchas regiones han bajado. Eso no es retórica: es trabajo.
Veracruz necesita soluciones, responsabilidad y memoria.
Lucrar con el dolor ajeno es bajeza. Y porque en momentos difíciles, se nota quién está para construir y quién solo quiere destruir.
Que el crimen de la maestra Irma siembre la bandera de la resistencia, que sea acicate para exigir nuestro derecho fundamental a vivir en paz.
Pero que también sirva para proporcionar un voto de confianza al trabajo cotidiano de la gobernadora Nahle, porque en la medida que ella sea exitosa en la encomienda de la gobernanza, a los veracruzanos y a quienes vinimos a esta tierra a hacer vida, nos irá bien, sobre todo en renglón de la seguridad.
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