Cultura

William Morris, entre lo bello y lo útil

09 de Octubre de 2017 08:17 /

Para William Morris (1834-1896) la belleza se escondía en lo cotidiano, en las puertas de un mueble, en un escritorio, en la cubierta de un libro. Cuando le preguntaron cuál era la producción más importante del arte no dudó al contestar «una casa hermosa». El poeta, diseñador y fundador de la compañía Morris, Marshall Faulkner & Co. era un entusiasta de los objetos manufacturados, cada vez más escasos en su tiempo, la Inglaterra industrializada de la segunda mitad del XIX. A través de sus creaciones, y las de los trabajadores de su empresa de decoración, trató siempre de embellecer la existencia individual de la mayoría. A él, y a sus seguidores, dedica la Fundación Juan March su última muestra: «William Morris y compañía: el movimiento Arts&Crafts en Gran Bretaña», la primera retrospectiva que se realiza en España sobre esta corriente.

«Es aleccionador presentar la obra de un artista que vive con naturalidad la armonía entre el arte y utilidad», explicó durante la presentación de la exposición Javier Gomá, director de la institución. Al contrario que las vanguardias, añadió Gomá, la de Morris es «una belleza que no necesita explicación», obra de alguien que no creía en la distinción artista-artesano, que defendía la importancia del oficio. Así, a lo largo del recorrido se muestran más de 300 piezas de todo tipo (mobiliario, dibujos, pinturas, tapices, papeles pintados, joyas, vidrios, obras de cerámica, fotografías, etc.) que forman una suerte de caleidoscopio con el que observar el universo de este creador.

«Es un artista que es empresario, algo que no es frecuente en el siglo XIX y que tampoco lo es ahora. Además, su compañía tiene éxito y él se empeñó en que las condiciones laborales de sus trabajadores fueran justas y en que los productos que hacían ayudasen a dignificar la vida de las personas que los compraban y los usaban. Tiene un concepto del arte al servicio de la sociedad», resumió Gomá. De hecho, así se explica que toda la exposición esté atravesada por motivos medievales, una época que Morris, como su maestro Ruskin, tenía idealizada. Para ellos era el tiempo de las catedrales, esos gigantes de piedra sin firmar, obra de artesanos que trabajan en pro del bien común. Allí encontraron su inspiración, en una belleza anterior al capitalismo y al romanticismo, muy pegada a la naturaleza.

Para Karen Livingstone, comisaria invitada, la variedad de piezas de la muestra ilustra a la perfección los ideales de esa corriente: «Todas tienen en común que son manufacturadas, sencillas en su composición y de motivos inspirados en la naturaleza. Además, resaltan la recuperación por parte de este grupo de creadores de oficios perdidos como el trabajo en cuero, con las vidrieras, con el mobiliario, con los bordados, etc.». Dividida en cuatro partes, la exposición propone un repaso a todo el movimiento Arts&Crafts, desde su génesis anclada en el neogótico hasta su influencia internacional, pasando por la figura central de Morris y su calado en la Gran Bretaña de su época. A través de todas ellas se destila una idea unificadora, escandalosamente ambiciosa, como el propio Morris: la de que puede existir una armonía perfecta entre la belleza, la utilidad y la justicia.

CC

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