Como Vivir en Xalapa
Alejandro Hernández y Hernández

El prócer

19 de Enero de 2017

Alejandro Hernández y Hernández


Mi ciudad está llena de historia; grandes personajes nacieron, vivieron, o cuando menos pernoctaron aquí, tal es el caso de Maximiliano de Habsburgo, quien durmió en San José en su periplo a Replica Tag Heuer Watches la ciudad de México y, ya muerto, su cuerpo pasó la noche en ese mismo lugar de regreso a Austria.

Otros notables vieron en Xalapa un lugar para desarrollarse profesionalmente y dejaron huella de su paso con su obra intelectual, misma que nos dejaron como una gran herencia cultural. Algunos, los menos, tienen estatuas que conmemoran sus hazañas y que nos sirven, a los que las vemos, como recordatorio de lo que hicieron. Una estatua, sin embargo, precisa de información breve y sustancial para ser identificada por el vulgo, entiéndase: ciudadano común, y/o pater familia explicando a su hijo quién es el representado y qué hizo para merecer un monumento.

Así entonces, los motivos de una estatua son como el eslogan de un producto, requieren de una frase poderosa y efectista para ser explicados. Benito Juárez fue el Benemérito de la Patria, explicará alguna madre a su vástago cuando éste pregunte quién es el señor relamido que, brazo en alto, mira fijamente al firmamento en el parque Juárez. El niño, sin saber qué cosa (iba a poner: madres, pero se veía refeo) es benemérito, pensará que debe ser algo grandioso y se dará por bien servido con la explicación. Que si era masón, que si le quitó los bienes a la Iglesia, no para dárselos a los pobres sino para vendérselos a los ricos, que si la frase esa de: el respeto el derecho ajeno, etc., es una verdad de Perogrullo, y otras linduras que se dicen de él, pasaran a segundo término porque lo que importa es el eslogan de la estatua; como dirían los clásicos: el leit motiv.

Otros próceres, como Lázaro Cárdenas, cuya estatua se yergue en la avenida del mismo nombre, y que decretó la Expropiación Petrolera; o Hidalgo, que tiene su efigie en Los Berros, y fue quien inició la guerra de Independencia, nos la ponen más fácil, el colectivo social identifica plenamente los motivos de sus estatuas e, incluso, los festeja; sin embargo, en las calles xalapeñas hay otras estatuas cuyos motivos son, ahora, y serán, para futuras generaciones, muy difíciles de explicar.

Pongamos, como ejemplo de lo anterior, la estatua más nueva que la avenida Xalapa luce. Ahora imaginemos, dentro de unos diez años, a un padre de familia que, llevando a su dulce retoño (pongamos que tiene unos ocho años) de la mano, trata de explicar qué hizo el interfecto para merecer un monumento.

— Pues veras hijo, al parecer fundó una universidad que luego resultó que daba certificados falsos… pero creo que era muy buen orador y cuando fue alcalde le arregló el drenaje al mercado Los Sauces…

Los motivos de una estatua a veces son tan poderosos como lo sean los deudos del vaciado en bronce, o, según cómo anden de exaltados los fervores de la memoria colectiva.

Yo digo, si me lo preguntan, que las estatuas sólo sirven para dos cosas: para que si uno es feo se vea más feo, y por mucho más tiempo, y para que las palomas tengan en dónde cagar a gusto.





Alejandro Hernández y Hernández
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