Pienso, luego resisto
Fernando Tranfo

Que los cumplas…¿feliz?

02 de Mayo de 2017

Fernando Tranfo


Como bien saben mis amigos, mi familia, algunos compañeros, y a partir de este año Mark Zuckerberg y la CIA, hoy, 4 de mayo, es mi cumpleaños.

Sí, y como habrán notado, es mi primer cumple en facebook. Hummm…ya sé qué están pensando: “¿Recién ahora facebook?”, bueno, además de ser conocido como el jubilado más lindo del mundo, tengo otra característica que es de dominio público: el último invento tecnológicamente importante al que me adapté sin problemas es la rueda. Es decir que hasta el año pasado, la forma que tenía la gente de saludarme por mi natalicio era la clásica: llamarme a mi casa o, en el más futurista de los escenarios, mandarme un mensaje de texto (sí gente, vuelvo a adivinar lo que están pensando: tampoco tenía, hasta este año, whatsapp). Me saludaban pocos, claro, comparado con este flujo de gente que me ha mandado sus buenos deseos por face. Como no creo que en un año me haya comenzado a querer tanta gente, tiendo a pensar que cuesta menos escribir ¡Feliz cumple!, y poner un emoticón, que llamar a mi casa o pasar un rato a saludarme. No tiene nada de malo esto y si bien no creo, como Roberto Carlos, tener un millón de amigos, me gusta esta sensación de recibir tantos saludos. Lo único malo (que por suerte no sucedió) es que si llegado el día, nadie es capaz de escribir ¡Feliz día!, y agregar un emoticón, es bien poco lo que uno ha dejado como huella en este mundo.

52 añitos. Añitos, sí, porque es como cuando uno dice “me voy a tomar un whiskicito” y después se toma diez y se agarra una borrachera histórica. El diminutivo, que busca suavizar alguna catástrofe inminente, en este caso intenta mitigar la catástrofe de tener 52 años (añitos).

Alguien dirá con justísima razón que debería agradecer el simple hecho de estar vivo. Mnséé…no está mal este consejo típico de nuestras abuelas. Efectivamente el cuerpo humano tiene tantas cosas extrañas adentro que es un milagro, en 52 años, que ninguna se haya descompensado con serias chances de llevarme para el otro lado. Por otra parte, todos los día me entero de que alguien más joven que yo ha partido, y si bien es cierto que una de las cosas que produce tener 52 años es que casi todos son más jóvenes que yo, no deja de ser alarmante que, frente a la pregunta “Nuuuu…. ¿cuántos años tenía?” la respuesta sea muchas veces una cifra menor a 52.

Y ya que he hablado tanto de los 52 (y mientras muchos van hacia la agencia de lotería a jugarle) exploremos qué se siente tener semejante edad.

Veamos: me gustan cada vez más las mujeres y cada vez les gusto menos. Para peor, no han empezado a gustarme los hombres, a quienes cada vez les gusto más.

Hace rato que las mujeres jóvenes me ignoran por viejo y las no tan jóvenes me critican porque me hago el joven. Como a los líderes populistas, me termina acorralando la derecha por ser de izquierda y la izquierda por ser de derecha.

Desde hace un par de años, pero especialmente en éste, han aparecido en mi menú de palabras, palabrotas como próstata, artrosis o presbicia. El último chequeo que me hice me dio bastante bien, pero ya tengo la sensación de que ese “bien” es cada vez más “por ahora”. He comenzado, a partir de los 50, a hacerme el estudio anual de próstata, pero el bioquímico, no el proctológico. Esto es terrible porque me siento humillado pero sin la parte divertida. Eso sí, este verano, a partir de otro examen de rutina, ante la posibilidad de que mis síntomas de colon irritable fueran signos de algo peor, mi gastroenterólogo me sugirió que hiciera en un mismo estudio la colonoscopía y la endoscopía gástrica. En este caso, estuve una hora dormido mientras dos profesionales metían mangueras por mi boca y por mi trasero (pregunto: ¿esto no debería considerarse como una perversión sexual?). En verdad, de lo único que tengo cierta evidencia es de haber estado inconsciente una hora (una evidencia ciertamente paradojal, porque no me acuerdo), pero como alguna vez dijo el gran Thomas Szasz, toda la fe que alguna vez pusimos en Dios ahora la ponemos en la medicina, dando por verdadero algo que está más allá de toda comprobación. Digo: es probable que me hayan hecho un estudio metiéndome dos mangueras por sendos orificios, pero también es posible que me hayan mantenido dormido una hora sin hacerme nada, o que me hayan metido algo que no fuera una manguera, o que me haya metido algo alguien…apodado “Manguera”. Lo cierto es que, unas semanas después, tuve que ir al proctólogo porque el estudio me hizo sangrar una hemorroide y allí sí…fui penetrado como corresponde. Me llamó la atención que la obra social me cubriera todos los estudios relatados y no tuviera que poner un peso, pero en seguida pensé: “Un montón de gente me está metiendo, desde hace unos días, cosas en todos mis orificios…me tendrían que pagar a mí…”. En fin, es bueno que la obra social te cubra del todo, pero mejor es no salir en una camilla con una manta que te cubre del todo…

Otro tema: no hay manera de que me acuerde el nombre del actor de tal o cual película (digo tal o cual porque tampoco me acuerdo el nombre de la película). No creo que esto sea el inicio de algo dramático pero es obvio que estoy perdiendo la memoria, y sin la honorable excusa de ser un activo fumador de marihuana.

Hace unos meses, por primera vez, tuve que dejar de jugar un partido de fútbol porque me ahogué (sí: un partido de fútbol, no una carrera de natación). Fui a buscar la pelota con fe y bueno, la fe, se sabe, le hace creer a uno en cosas que tal vez no existan, y en este caso lo que no existía ya era mi estado físico, así es que después de esa corrida quedé tirado en el piso, semi desmayado. Por un momento vi a mi abuela que me venía a buscar y entonces por mi mente pasó como un flash toda la película de mi vida. Por suerte enseguida me recuperé; de lo que no me recupero aún es de lo breve y mala que fue la película de mi vida. Creo que es el único caso en que el tráiler y el film duran lo mismo…

Este episodio, además, exacerbó la incesante prédica de mi hijo mayor para que me anote en el gimnasio. Finalmente el pedido surtió efecto: ya me anoté. Ahora estoy esperando que me pida que vaya…

Fuera de broma, comencé a ir al gym, y allí el profesor (Fabián o Adrián o Damián…sé que es una palabra aguda terminada en “n”, y por lo tanto lleva tilde) me dio una rutina que habrá de convertirme en algunos meses en el Aquiles de Brad Pit. Dicho sea de paso, no hay mejor utilización de la palabra “rutina” que aplicada a lo que uno tiene que hacer en el gimnasio: al lado de eso, un matrimonio de cuarenta años es un manantial de aventuras novedosas. Una buena: no noto que con el paso del tiempo mi cuerpo haya declinado. Eso no es, aclaro, porque estoy bien ahora, sino porque he tomado la precaución, desde muy joven, de no fomentar mis músculos, de tal modo que hoy a los 52 años, tengo los mismos bíceps (no tengo bíceps, en verdad) que a los veintipico.

Hablando del matrimonio: sé que más de un/una depravado/da se preguntará cómo es el sexo después de los 50. Les cuento que tenía pensado escribir una nota titulada “El sexo a partir de los 50”, pero luego abandoné la idea porque se supone que en una columna uno tiene que escribir algo. Digamos que el fuego de la pasión es dominado por las calmas aguas del compañerismo y empieza respirarse un aire más sosegado en la relación (esperen: fuego, agua, aire…falta tierra y ya están los cuatro elementos). En realidad, tierra es el lugar bajo el cual uno decía, hace años, preferir estar en caso de que la vida sexual declinara, pero no es tan así…también existe la cremación.

Bueno gente hermosa, me voy con una reflexión filosófica. Estoy muy feliz con la vida que tuve. ¿Por qué hablo en pasado? ¿Es que acaso estoy por morir? Bueno, desde que nacemos, todos estamos por morir (¡Chupate esa mandarina Heidegger!), pero más allá de eso, a los 52 años uno está más para los balances que para los proyectos. Sé que esta no es una frase como para escribir un libro de autoayuda (¡Dios me libre!), pero a pesar de lo mucho (y a veces mal) que se ha extendido la expectativa de vida (porque lo bueno no es tener expectativa de vida, sino expectativas que ayuden a vivir…otra buena frase de autoayuda), uno sabe que es mucho más lo que ha hecho que lo que queda por hacer, y no está nada mal asumir que el tiempo está a favor de los que vienen detrás (aclaro: ya cambié de tema, no sigo hablando de los estudios gástricos).

Abrazos para todos y todas, espero les haya gustado esta columna. Con mucho menos que esto, hay gente que vive del stand up…

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